Estaba comprando en la “tienda de Angelito”, frente a la entrada al Cuartel de Infantería, cuando entró una mujer presa de la histeria gritando que habían atropellado a una niña a la entrada del muelle. Un silencio doloroso se extendió por todo el barrio, silencio que se convirtió en llanto cuando se confirmó, al poco tiempo, que la joven había fallecido.
Se trataba de Belén María Sánchez Ojeda, de 16 años de edad. Ella, junto a trabajadores portuarios y sus familias, se manifestaban a la entrada del muelle ese 25 de julio para protestar por los planes del Gobierno de España de privatizar los servicios de estiba.
Como medida de presión se había acordado impedir la salida y el acceso de vehículos a la zona portuaria. Sobre las cinco de la tarde, un vehículo Alfa Romeo embistió a la multitud en un intento de superar el cordón humano, sin importarle a su conductor las posibles consecuencias de su acción.
En su camino, el coche causó heridas a cinco jóvenes, entre los que se encontraba Belén María. La niña fue arrastrada casi unos 100 metros a gran velocidad, causándole heridas graves que le produjeron la muerte esa misma noche.
El conductor se dio a la fuga, aunque fue capturado poco después. Testigos presenciales manifestaron que la Guardia Civil había dado paso al vehículo, a pesar de estar la vía ocupada por personas.
Tras el grave incidente, se produjeron fuertes disturbios causados por la rabia de los portuarios ante el crimen cometido. La policía se vio obligada a disparar pelotas de goma para disolver a la multitud. Una de ellas causó la pérdida de un ojo a un manifestante.
Al entierro de Belén María acudieron más de 30.000 personas que acompañaron al cortejo fúnebre desde el edifico de la Organización de Trabajos Portuarios (OTP) hasta el cementerio de Vegueta.
Hoy, para muchos jóvenes, el nombre de Belén María es solo el de un lugar más en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Los conductores asocian su nombre a un “punto negro” en el tráfico debido al tapón que se crea a la salida de El Sebadal.
Los motivos que hicieron que ese espacio capitalino recibiera el nombre de Belén María no merecen el olvido. Nuestros derechos, nuestro bienestar presente, se ha conseguido con el sufrimiento de personas que se sacrificaron por mejorarlo.
Silvio Rodriguez, en su canción “Pequeña Serenata Diurna” decía que “ Soy un hombre feliz / Y quiero que me perdonen / Por este día / Los muertos de mi felicidad”.
Belén María Sánchez Ojeda murió un 24 de julio de 1980, su memoria no debe morir jamás, no olvidemos nunca entonces que “Belén María” es mucho más que una plaza.
Juan Carlos Saavedra
Escritor, investigador y divulgador de la cultura canaria
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